¿Por qué nos cuesta tanto creer que podemos ser felices?
La psicología humanista ya nos ha alertado de que todos tenemos miedos de vivenciar nuestras potencialidades más positivas, tenemos miedo de llegar a ser lo que somos en realidad en los momentos de perfección y coraje. Muchas veces ser feliz se convierte en algo inalcanzable. Asusta conseguir esa felicidad. Pero, ¿Cuales son las creencias en las que se basa nuestra identidad más profunda? La respuesta va directamente vinculada con nuestro autoconcepto, nuestra aceptación, nuestra autoestima. Esta se viene anclando desde nuestra más tierna infancia y pasando por diferentes periodos, dando como resultado final un concepto generalizado positivo sobre nuestra persona, de valor, o por el contrario de incapacidad. Cuando el concepto es negativo la persona cree que no merece nada o que no puede hacer cosas valiosas, e incluso piensa que no tendría que existir.
Cuando un niño no encuentra en sus padres una respuesta afectiva, es muy fácil que desarrolle ideas de desamor hacia su persona, y que parta de la posición de perdedor por no creerse con la capacidad de poder conseguir nada. Estas creencias son las que paralizan y coartan nuestro acceso a la felicidad. No se atreven a arriesgar, y en consecuencia no se aprende y no se generan experiencias gratificantes.
Si ésta es tu situación : ¡Desbloquéate! Piensa en ponerte manos a la obra. Haz cosas que deseas despacio, a pesar del miedo. Atrévete a realizar nuevos aprendizajes. De esta manera no retroalimentarás la frustración.
Por otro lado, también hay personas que son capaces de llevar a cabo todo lo necesario para conseguir sus sueños, pero cuando están a punto de lograrlo, abandonan. Exageran la responsabilidad del éxito. Es como si estuvieran preparados para el esfuerzo pero no para el disfrute. Lo dramático de esta situación es que la percepción del auto concepto fija la conducta acorde con las características de éste; y a su vez estas conductas lo reafirman. Si el concepto que uno tiene de si mismo es negativo, las conductas también lo serán, y esto creará un circulo vicioso de destrucción personal.
Creer que tenemos tanto la capacidad de experimentar el sufrimiento como el placer, y que las dos cosas pueden ser igual de buenas, nos puede ayudar a no tener miedo a ser felices,
Todo ser humano tiene derecho a disfrutar de la vida. Esta creencia es la base para poder llevar a cabo nuestros sueños.
Es importante premiarse, y darse pequeños placeres de vez en cuando para aumentar nuestra satisfacción y al comprobar que no somos castigados por ello, iremos a por deseos de mayor magnitud.
Cuando intentes un cambio, imagina qué ventanas abres, reconoce tu libre albedrío y recuerda que cada día es una maravillosa oportunidad. Piensa que de los errores también se aprende. La vida está hecha para ser «vivida». Si la incertidumbre eclipsa nuestra acción, difícilmente superaremos el miedo al fracaso.